Recuerdo una vez, cuando en una de las tantas
discusiones política con mi papá (hace mucho tiempo atrás, 10 años
aproximadamente o quizá un poco más), él levantaba su voz para decirme que los actuales problemas sociales, políticos y económicos de Latinoamérica
(y con esto me refiero a Chile específicamente), eran problemas por los que los paises nordicos -o primer mundistas- ya habían pasado hace 30 años. Esto significaba que más allá
de mi análisis particular de los hechos, debía conformarme con esperar a que la civilización, el progreso y el
desarrollo mejraren nuestra situación histórica. Empero, esto implicaría que los problemas nuevos y heredados son el producto de nuestra condición natural de subdesarrollados y tercer mundista, argumentos muy conocidos y naturalizados desde la época de la conquista.
Pasé años intentando encontrar la
lógica a esas palabras que, de cierta manera, justificaban nuestras luchas atrasadas
y peleas sociales trasnochadas. No obstante, jamás encontré una respuesta
satisfactoria, todo me indicaba que nuestros antepasados de la amerindia o abya yala solo habían dejado
barbarie y salvajismo. Pero, la pregunta era ¿cuándo habríamos de alcanzar a los ilustrados
y primeros mundistas países del norte?, o, ¿cómo es que Gringolandia se trasformó en un País líder y
potencia si se encontraba históricamente en condiciones similares a la
nuestras?
Hoy en día las cosas están, en parte, más
aclaradas y todo lo que creí y me enseñaron en las instituciones que promueven
el conocimiento nada tenían que ver con el des-encubrimiento de las condiciones
y circunstancias en las que nos encontramos los países marginados del tercer
mundo. Es más, en mis estudios de filosofía en la universidad sólo aprendí la lógica en
la que se movió y se mueve la cultura de occidente, que sin desconocer sus logros e importante desarrollo lógico-racional y sistematicidad, siempre me pareció
distante y, por sobre todo, racista y sexista. Desde la línea histórica que me enseñaron en la escuela
hasta la línea histórica del pensamiento humano planteaban un vacío
histórico-temporal-racional antes de la llegada del hombre blanco a estas
tierras de múltiples culturas y por lo tanto de una gran diversidad de hermenéuticas, ¿qué pasó antes?, acaso, ¿existieron ideas y
razonamientos distintos?, ¿por qué aún no dialogamos con nuestros pueblos
originarios que aún viven?, ¿Por qué estos pueblos mantienen
una fuerte lucha y resistencia con los estados de nuestros países hasta nuestros días?
Ante estas interrogantes, quise responder la siguiente pregunta: ¿Existe una filosofía ancestral Mapuche? Junto a un Ngenpin (el dueño de la palabra en Mapudungun, que sería el equivalente homeomórfico del filósofo en occidente), intentaríamos hacer algún tipo de puente o nexo entre ambas formas y maneras de hacer y pensar el mundo. Mi problema eran los prejuicios occidentales naturalizados en toda mi racionalidad, que el sabio mapuche disipó paulatinamente, pues me mostraba todos los días el gran dominio que tenía de ambas filosofías. En la institucionalidad me encontré con trabas (¿era obvio no?), pues no estaba autorizada académicamente a realizar un trabajo teórico con ideas no plasmadas en el papel ni menos si no las había autorizado la comunidad científica.
Ante estas interrogantes, quise responder la siguiente pregunta: ¿Existe una filosofía ancestral Mapuche? Junto a un Ngenpin (el dueño de la palabra en Mapudungun, que sería el equivalente homeomórfico del filósofo en occidente), intentaríamos hacer algún tipo de puente o nexo entre ambas formas y maneras de hacer y pensar el mundo. Mi problema eran los prejuicios occidentales naturalizados en toda mi racionalidad, que el sabio mapuche disipó paulatinamente, pues me mostraba todos los días el gran dominio que tenía de ambas filosofías. En la institucionalidad me encontré con trabas (¿era obvio no?), pues no estaba autorizada académicamente a realizar un trabajo teórico con ideas no plasmadas en el papel ni menos si no las había autorizado la comunidad científica.
En ese momento entendí que el
problema social, cultural y mundial se originaban en el numerus clausus que arrastramos desde hace quinientos años y que se han ido agudizando con las distintas formas que han tenido de reinventarse las colonizaciones y neo-colonizaciones, por ello, sin esta especial conciencia, las luchas sociales, políticos y de género no se han planteado bien desde el origen -con excepciones en las luchas sociales concretas, como el ejemplo de Domitila Barrios, etc.-. Nos falta mucho para que superemos la colonización y neocolonización. Aún no logramos descentrar la razón y, al menos acá en chile, no hemos logrado reconstruirnos para disfrutar de la belleza y venturosa capacidad de pensar por nosotros mismos. Seguimos creyendo en la falacia que se
autoimpuso occidente (inglaterra principalmente) de “civilizar al mundo", cuestión que llega a ser definitivamente vergonzosa y sin validéz alguna.
Finalmente diré que estás palabras sencillas y sin pretensiones solo hacen un esbozo compendioso de lo que podría ser un camino hacia la idea de que debemos tener una actitud intercultural, pues es nuestro deber exigir que las políticas que han de imponersenos plasmen nuestros contextos, nuestras urgencias, nuestras ideas y no pasen por alto nuestros procesos históricos, pues, al estar condenados a ser libres, libertad que ha de depender de los otros y de aquella relación intersubjetiva, implicaría re-conocernos y saber hacia donde camina y apunta nuestra libertad.