Las estaciones son ciclos de la
naturaleza, algo comienza cuando se termina un ciclo, algo termina cuando
comienza otro. Para mí, al ser parte de la naturaleza, las cosas se mueven en
esa lógica también, un espiral infinito de comienzos y finales, de idas y
venidas.
El invierno es reflexivo, hacia
dentro, está marcado por la ausencia del sol, por la humedad de sus lluvias y el
remesón de sus tormentas. Cuando llega el invierno, debes ser paciente, tener
valor para enfrentarte a tus miedos, a los fantasmas, los fracasos funcionales
y la ausencia de otros. El sí mismo puede llegar a ser un enemigo mortal y las
preguntas de autoaplicación verdaderas agujas que te clavan en la consciencia.
Mi pecho se aprieta con la
angustiosa llegada del invierno, con sus nubes aglomeradas y estrechadas sobre
la penumbra de un cielo grisáceo, tormentoso, nostálgico, vertiginoso.
¿Quién soy?, ¿estaré
completamente solx?, ¿cuán responsable soy de las situaciones problemáticas,
dolorosas?, ¿cuánto aporto yo mismx en la construcción de la imagen que otros
se hacen de mí? Son las preguntas que surgen a partir del invierno.
Lo maravilloso de este ciclo es
que, una vez que acabado, viene por fin la primavera.