sábado, 17 de mayo de 2014

Feminismo. Experiencia vital

Ser mujer y ser feminista se dio en mi caso de manera instintiva, aunque a veces lenta y confusa. Como es muy fácil obviar conceptos sin conocerlos, ser feminista, actualmente, siempre será o un equivalente del machismo o una hipócrita manera de ser lesbiana, pero ¿cómo hablar de feminismo sino como una experiencia vital y política?

Recuerdo que en mi adolescencia siempre fui curiosa y estuve ligada a temas políticos. Como estaba lejos de ser el prototipo de mujer, mis acciones tendieron a masculinizarse, pensando, erradamente, que de esa forma había encontrado el modo de ser que más se acomodaba a mi personalidad activa e inquieta. Esas características se agudizaron al entrar a la universidad. Mi apariencia endurecida, la negación de mi cuerpo fue la actitud más liviana para esta sociedad de géneros y heternormatividad que jamás me gustó. Odiaba los piropos, las descalificaciones por ser mujer, la subestimación de mis opiniones por acuñar en mi palabra dejos de cambios hormonales, toda esa agresión  que vivimos a diario quienes tenemos vagina y útero.

¿Cuál fue mi alternativa?, ser uno más del grupo de amigos varones que siempre fueron mi frente, lo cual, muchas veces me llevó a validar la violencia de género, violentando, además, yo a mis compañeras, por sentirme en otro estatus al compartir la vida intelectual masculina.

De pronto algo cambió dentro de mi, tanto en mi modo de hacer el mundo como en el de pensarlo. Por fin había abierto los ojos y sobre ellos posaba mis gafas color morado. Mi vida tomaba sentido, me sentí más mujer y ser humano que nunca. Todo estaba puesto a mi favor, hasta mi sexualidad se veía más liviana. Cambiaron mis relaciones con otras mujeres mi crítica tomo un color especial, más agudo, menos temeroso. Más feminista.