El primer coagulo de sangre es el
que me da la paz que pierdo cuando está a horas de liberarse. No podría
explicar detalladamente a nivel biológico que sucede con mis hormonas cuando
empieza el período de cambio de ciclo, pero resulta muy sabio para una mujer
aceptar los procesos biológicos y comprenderlos desde la humanidad y desde los
contextos sociales, históricos y económicos en los cuales nos movemos.
La menstruación ha sido símbolo
de muchas sacralizaciones y malos entendidos a nivel de géneros y en todos los
ámbitos en los cuales se desenvuelve un ser humano, pero, por qué un proceso
tan natural, gestor de vida y reproducción humana es aún una especie de tabú.
Desde que somos adolescentes
hasta que nos llega la menopausia estamos detestando el castigo mensual que nos
tocó por accidente, sin embargo, el problema no está en el proceso que nos
acompaña aproximadamente 40 años, el problema está en el mundo en que nos
situamos. La “regla” nos permite no tan solo predecir nuestros cambios
hormonales, sino que además nos permite adentrarnos a nuestro
interior corporal y psíquico, tomando conciencia así de cómo el cuerpo nos
habla. La ironía de la que habla Nietzsche sosteniendo lo contrario en
relación a esa especie de idolatría a la razón; los sentidos no nos engañan al
remitir al cuerpo, los sentidos no engañan nunca. El cuerpo no es un tópico ni
un prejuicio. Ese yo más profundo que está en el cuerpo, los procesos en el
aparato reproductor, en el útero, en los ovarios, en las trompas de falopio,
cada vez que nuestros “calzones” se manchan de sangre coagulada y de un olor
estancado. Podría asegurar que si Nietzsche hubiera menstruado, la menstruación
sería parte de su concepción filosófica respecto a la corporalidad, ¿cómo no
serlo?
En un mundo poderosamente globalizado y de
aceleración predominante, en donde los tiempos humanos dependen de la lógica de
mercado, mantener un tiempo distinto, guiado por nuestras entrañas, tiempos que
no entienden del “libre comercio”, tener menstruaciones siempre será un
problema. Sin embargo, aunque a muchxs les parezca extraño; ¡yo adoro
menstruar!